La falta de control y fiscalización de las armas robadas favorece la actuación de los grupos delictivos que operan en Caracas, afirman penalistas
20 de agosto de 2017
Rosibel Cristina González
Seis organizaciones criminales dominan, a punta de terror, quince barriadas del municipio Libertador, en su mayoría las más pobladas. Las bandas se han convertido en objetivos de cuerpos policiales debido a su armamento y su peligrosidad: secuestran, controlan el tráfico de drogas y algunas dominan un mercado de armas superior al de las fuerzas que las combaten.
Los kilombos, El Coque, El Loco Luis, Los Perth-Plus, El Macua y El Yilber han sido el objetivo de más de 20 operativos efectuados en 8 meses, según funcionarios de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana. Fueron creadas en la última década en sectores populares como El Guarataro, 23 de Enero, El Valle, la Cota 905, El Cementerio y La Vega, que son consideradas “zonas rojas” por los cuerpos de seguridad.
Dentro de las bandas existen tres categorías: “la plana mayor”, integrada por el pran y sus escoltas, es la que recibe el dinero de la venta de drogas, secuestros y las multas que deben pagar los comerciantes del barrio. En segundo plano están “los luceros”, que son los que se enfrentan a tiros con los agentes policiales y están encargados de efectuar los secuestros, según informaciones de los cuerpos de investigación; y en tercer lugar están “los gariteros”, en su mayoría menores de edad que se inician en la organización y son los que realizan las encomiendas, cobran las multas a comerciantes, deudas por droga y custodian la zona a toda hora.
Radio de acción. Aun cuando participan en secuestros en otros sectores de la Gran Caracas, sus blancos más fáciles están en las propias barriadas del Distrito Capital. “La manera más fácil de recabar dinero es a través del secuestro y la extorsión de los conductores de autobuses y del transporte rústico. Pero también escogen a comerciantes que tienen sus negocios en las zonas de mayor actividad económica, una tarea ideal para quien comienza en la banda”, señala Pedro Gámez Álvarez, detective jubilado de la antigua Policía Técnica Judicial, quien manejó información sobre las operaciones.
“Cuando hay víctimas de más envergadura, las estudian por meses, analizan la rutina de quien consideran pueden obtener mucho dinero, incluso dólares. Allí no actúan menores. Son delitos que, en su mayoría, planifican los pranes desde las cárceles del país”.
Para los cabecillas de las bandas asesinar no es la única opción, tampoco la descartan, añade Carlos Morín, abogado penalista. Asegura que esas personas conocen la legislación venezolana y actúan conforme al castigo que el Código Penal o la Ley sobre Delincuencia Organizada establece para cada delito. “Un criminal sabe que si secuestra la condena será más alta que la de un homicidio, y por eso prefiere matar a su víctima. Tenemos expedientes de muchachos con más de 15 homicidios que no llegan a 25 años de edad”.
Keymer Ávila, criminólogo e investigador en el área penal, opina que el Estado ha fallado en sus políticas contra el crimen, específicamente para evitar la posesión masificada de armas de alto calibre y de otro tipo de armamento de guerra como las granadas, en manos de delincuentes.
“No hay control de las armas legales, ni de civiles con porte, mucho menos de efectivos de los distintos cuerpos de seguridad. No hay una fiscalización de las armas robadas y allí radica el problema. Los mismos funcionarios de los cuerpos de seguridad son los que facilitan el puente para dotar de armas a los delincuentes”, expresa.
El detective Gámez Álvarez afirma que los funcionarios lideran una lucha interminable con la delincuencia “porque sus armamentos superan el número de policías”.
El mercado de la droga es el más apreciado por las bandas en los sectores populares. Un detective del Cicpc, que pidió no citar su nombre, refirió que existen dos grandes laboratorios situados en los Valles del Tuy, estado Miranda, controlados por un capo colombiano y un venezolano, sobre lo cual hay una investigación en proceso.
“La droga se transporta desde los Valles del Tuy a diferentes barrios de Libertador, y por ello esas zonas están altamente custodiadas por los gariteros con radios portátiles de última tecnología, armas largas y granadas”, señala.
El fin último de la organización es que “la mercancía” llegue sin contratiempos para obtener ganancias. “Por eso, estas bandas procuran que la zona esté libre de agentes policiales. La orden es arremeter contra ellos, no dejarlos entrar, y a eso obedece a veces el asesinato de policías”, agrega.
Publicado originalmente en: El Nacional