11 de julio de 2020
Vanessa Davies
Por iniciativa de la profesora Verónica Zubillaga, socióloga e investigadora de la violencia, Contrapunto.com recoge -en una serie de conversaciones- la opinión de integrantes de la Red de Activismo de Investigación por la Convivencia (Reacin) acerca del manejo de la pandemia que han hecho las autoridades venezolanas. Comenzamos con Keymer Ávila, investigador del Instituto de Ciencias Penales de la Universidad Central de Venezuela, profesor de criminología en pregrado y postgrado e integrante de Reacin
Las medidas tomadas por el gobierno de Nicolás Maduro para atender la COVID-19 son examinadas por el criminólogo y profesor universitario Keymer Ávila con su mirada crítica y claramente definida en defensa de los derechos humanos. En diálogo con Contrapunto.com mediante correo electrónico, Ávila advierte que el manejo oficial de la pandemia en Venezuela ha sido militar y policial y no médico-científico.
-Hay analistas que sugieren que la gestión de la pandemia ha sido militarizada ¿Qué opinión tiene al respecto?
-Desde el inicio el abordaje oficial de la pandemia ha sido predominantemente militar y policial, tanto en lo simbólico-discursivo como en lo operativo, en desmedro de una racionalidad más médico-científica. Esto es un primer problema de origen porque en la medida que tengas a una población más informada y convencida, se generaría un mayor y mejor acatamiento de la cuarentena, se produce menores resistencias. Pero el convencimiento a través de la confianza en las autoridades no parecer haber sido la estrategia adoptada. Y más allá de los discursos contradictorios -que nos dicen un día que todo está maravilloso que podemos salir una semana sí y una semana no, para luego contradecirse, porque la cosa no es tan así, y que ahora hay que “radicalizar” la cuarentena-, es el uso de la fuerza y la amenaza el camino que se ha emprendido.
En ese marco los cuerpos de seguridad -que de por sí tienen mucho poder en el país-, ahora han escalado a otro nivel. Cuando el poder se ejerce sin límites se abre la puerta para el abuso y la arbitrariedad, la pandemia ofrece un pretexto perfecto para esta merma de derechos de la ciudadanía. Si a esto se le agrega la precariedad de la vida cotidiana, de los servicios públicos en general y las dificultades para la satisfacción de las necesidades más básicas, que hacen insostenible una cuarentena extendida en el tiempo. Esto sin duda genera resistencias y el gobierno lo sabe, de allí la toma militar y policial de todo el territorio nacional, así como sus lógicas que permean a toda la vida del país. Que no es más que la extensión del estado de excepción en el que estamos desde hace cuatro años.
-¿Funciona la coerción contra el virus? ¿Se usa la coerción contra el virus o en Venezuela hay otras razones para esa coerción?
-Funciona para quienes detentan el poder, no para quienes lo padecen. La coerción es independiente de la pandemia, solo la instrumentaliza.
-El símil de la guerra contra la enfermedad tiene sus implicaciones. ¿Hay que cambiar ese concepto? ¿Con cuál se sustituye, si no es guerra?
-La guerra no es buen símil para nada, la guerra acaba con vidas humanas, se considera al enemigo como un ser no susceptible de derechos, de allí la justificación para su aniquilación. Hasta han asimilado a los migrantes retornados con “armas biológicas”, esto muestra un grado de deshumanización de uno de los sectores sociales más vulnerables que tenemos en el país. Cuando se presenta públicamente a sectores sociales como peligros biológicos estás justificando su aniquilación para garantizar tu propia existencia. Es el lado letal de la biopolítica. Este es solo un triste ejemplo de la lógica bélica. Si el tema es la protección de la vida y de la salud, entonces estos deben ser los referentes, no su antítesis. También valores como la solidaridad social deben ser promovidos. Sin embargo, se promueve también su antítesis, el “distanciamiento social”, una cosa es el distanciamiento físico que debemos tener para cuidar al otro y a nosotros mismos, y otro asunto es romper o interrumpir los vínculos sociales. Ahora más que nunca lo que necesitamos es solidaridad social.
-¿Deben retirarse las fuerzas militares y policiales de la gestión de la pandemia? ¿O deben quedar solo para tareas muy puntuales?
-Si el asunto es de salubridad, sanitario, médico, pues son los que saben de estos asuntos los que deben tener un mayor protagonismo en su gestión. ¿Cuándo tienes un problema de salud a dónde vas, al cuartel, a la comisaría o al hospital? ¿Por qué los médicos y los científicos no cuidan las fronteras y defienden el territorio? Porque no es su trabajo, no están formados ni entrenados para eso, no tienen las herramientas para desempeñar de manera satisfactoria esa función. Zapatero a su zapato. Es importante que no se entienda esto como una apología antidemocrática tecnócrata, el asunto es que no se puede tener tanto desprecio por el conocimiento, ni subordinar el poder de la razón a la razón del poder. Otro ejemplo emblemático de lo que nos está sucediendo son las imágenes de funcionarios de las FAES, la división policial más letal del país, dando charlas sobre la salubridad con los rostros cubiertos por pasamontañas.
-¿El confinamiento, según su análisis, obedece en este momento a razones sanitarias o a políticas y de “seguridad de Estado”?
-Ya Foucault desde los años setenta del siglo pasado explicaba claramente cómo el control de la peste era un extraordinario dispositivo de disciplinamiento y control que trasciende en mucho a la enfermedad que le sirve de excusa. El miedo es una herramienta formidable para hacer que la gente ceda sus derechos en procura de mayor seguridad, con independencia que en ese proceso estén realmente cada vez más vulnerables. Sin duda, las medidas para abordar la pandemia tienen un sustrato real y evidente, en este momento se registran ya más de medio millón de muertes y 11 millones de casos confirmados en todo el mundo. Esta situación genera múltiples funcionalidades para cualquier estado autoritario, es la excusa perfecta para el estado de excepción que ya se extiende a nivel global. El gobierno venezolano no va escapar de esa lógica, por el contrario, la aprovechará de la mejor manera que pueda. Este tipo de situaciones lejos de afectar a los regímenes autoritarios los fortalece, es su gran oportunidad para mermar derechos de la ciudadanía y ampliar su propio poder. Así, por ejemplo, se acaba con reuniones, concentraciones, manifestaciones y cualquier forma de resistencia callejera. Toda la ciudadanía de manera “voluntaria” se confina en sus hogares.
El reto en el contexto venezolano, más allá del casi inexistente sistema de salud pública, la precariedad económica, la censura brutal y la ausencia de información, es ¿Cómo le exiges a una población que ya no vive de su salario, que tiene que ganarse el pan diariamente en la calle, que se quede en su casa por meses? A escala global el dilema está entre salvar la economía o a las personas; en nuestro país parece que el problema del gobierno sigue siendo el mismo que tiene desde antes de la pandemia:
salvarse a sí mismo.
-¿Cuál es su opinión sobre la extensión o la prórroga del Estado de Alarma?
-La COVID-19 es una realidad, ha generado ya medio millón de muertes en el mundo, es obvio, que se tienen que tomar medidas, en especial con la precariedad en la que nos encontramos en términos de servicios y de satisfacción de necesidades básicas. El asunto es el cómo y la instrumentalización de la pandemia con otros fines que van más allá de la salud de las personas. Al país lo tienen en cuarentena desde hace años, mucho antes de la aparición del COVID-19. Como te comenté en la primera respuesta, lo que estamos viviendo los venezolanos no es más que la extensión del estado de excepción que nos han impuesto desde hace cuatro años, las prórrogas discrecionales por parte del poder eran y son más que predecibles. Este tipo de medidas deben pasar por necesarios y estrictos controles formales y constitucionales como: el control político por parte de la Asamblea Nacional y el control judicial real del TSJ. Para eso debe existir realmente un Poder Legislativo y un Poder Judicial autónomos e independientes; lamentablemente, no es nuestro caso. El control y los límites al poder son fundamentales para los derechos de la ciudadanía, nada de esto está ocurriendo. El decreto de Estado de Alarma no es más que una autorización que el Presidente se da a sí mismo para tomar discrecionalmente cualquier medida que estime. Es de resaltar que las fuerzas de seguridad pueden “tomar todas las previsiones necesarias” para hacer cumplir este decreto; es decir, ejercer el poder de manera abierta, discrecional y arbitraria. La historia no nos presenta buenos ejemplos de los ejercicios de poder ilimitados. En síntesis: los gobiernos autoritarios sueñan con el Estado de Alarma y con la pandemia.
Publicado originalmente en: Contrapunto