Expertos señalan que la impunidad y la debilidad de las políticas de Estado son caldo de cultivo para la “violencia espectacular”
8 de septiembre de 2016
Isayen Herrera
La escena de los dos cadáveres decapitados en el sector Las Casitas de Guatire, con las cabezas introducidas en el abdomen, ocasionó una suerte de conmoción en la cotidianidad de los vecinos que los encontraron cuando salían temprano a sus trabajos. Lo mismo sucedió el 10 de agosto cuando dejaron colgando dos cuerpos degollados y sin manos en una pasarela de los Valles del Tuy, estado Miranda. Sucesos atroces que no era común presenciar sugieren un cambio en la culturización de los crímenes en el país.
Javier Gorriño, ex comisario del cuerpo técnico de policía judicial, asegura que son hechos que copian los métodos de narcotraficantes y bandas organizadas en México y Colombia. “Es un modus operandi importado. Les ponen un letrero diciendo por qué los mataron y los dejan en puentes o lugares muy concurridos donde la gente los pueda ver. Es impactante y refiere temor hacia la organización: saber que si se hace algo en contra de ellos esos serán los resultados”.
Agrega que es evidente el incremento de la violencia en los crímenes cuando hay impunidad y que este tipo de delitos en contra de la moral y las buenas costumbres, como la violación sexual que le atribuyeron los homicidas a los dos hombres que asesinaron, suelen estar enmarcados en códigos carcelarios no escritos que determinan una justicia paralela con un final igual o más trágico.
El criminólogo e investigador de Ciencias Penales Keymer Ávila señala que en apariencia pareciera estarse visibilizando más este tipo de crimen “espectacular”. Aclara que no es una violencia instrumental, sino que tiene una utilidad inmediata. “Si te robo y te muestro el arma es para que te asustes. Aquí ellos han logrado un cometido que es matar y además quieren enviar un mensaje”.
Falta de políticas. En un país donde la tasa de homicidios es de 58,1 por cada 100.000 habitantes, Ávila destaca que la frecuencia de linchamientos y ajusticiamientos podría deberse a una debilidad institucional y a una desidia generalizada del Estado. Destaca que su intervención debería ser oportuna, legítima y permanente para imposibilitar que opere la irracionalidad. “No se intervino a tiempo para evitar que la persona cometiera el delito del que se le está acusando, tampoco para evitar que lo mataran y a veces tampoco para recogerlo. En el centro de Caracas un cadáver puede durar en el piso hasta más de cinco horas. El impacto en la sociedad es grande, sobre todo para los niños que ven eso. En la medida en que el Estado no interviene oportunamente estos eventos pueden tener una especie de escalada. No podemos permitir que se naturalicen”.
Añade que más que un traslado geográfico o un deterioro social se deben evaluar las semejanzas en la debilidad institucional en países como Colombia o México ³donde nacieron grupos extremadamente violentos².
Publicado originalmente en: El Nacional